Perspectivas del orbe  viajando en bicicleta.

TRANSCANTÁBRICA 2020. Día 1. Burgos - Medina de Pomar

TRANSCANTÁBRICA 2020. Día 1. Burgos – Medina de Pomar

Un viaje que comenzó en Burgos, donde llegamos en nuestro vehículo de alquiler procedentes de Madrid, patria querida. Ya nos hubiera gustado arribar hasta aquí a pedales, pero habíamos de ceñirnos a los límites marcados por nuestro periodo vacacional, y ello ha pesado, qué duda cabe, en elegir esta urbe castellano-leonesa como el lugar de inicio para nuestra singladura norteña. Partiendo de aquí, buscamos apurar al máximo el número de días y no escatimar tiempo más allá de la cordillera en la que se han volcado esta vez nuestros anhelos, y en la que hemos fijado nuestro objetivo. Es nuestra intención el «peinarla” los más posible, en una expedición monográfica. Sin volvernos locos, trataremos de recorrer y dar cuenta de buena parte de sus puertos y ascensiones, y descubrir un buen puñado de sus recónditos rincones, en los que gozar de sus numerosos y a buen seguro arrebatadores paisajes. Queremos conocer la cordillera cantábrica desde el sillín, y a eso hemos venido.

Llegamos a la capital burgalesa pasada la puesta de sol de un lunes 7 de septiembre. Se nos demoró la salida con todos los preparativos, que para variar fueron dejados para última hora, lo que redundó en el habitual retraso sobre el horario ingenuamente previsto. Tras desenfundar a la burrita del maletero, dejamos el coche aparcado a fuera de la oficina de alquiler y ponemos rumbo al hostal donde tenemos reservada la noche. Es raro el ambiente, éste es, ya lo sabemos, un año extraño. Las mascarillas pueblan las calles, qué curiosa resulta la estampa. No tardamos en llegar hasta el alojamiento. Un par de barras de pan en la gasolinera de al lado de la pensión y lo que traíamos de casa nos apañarían la cena y el desayuno del primer día de ruta.

Al día siguiente la primera etapa arranca a las afueras de la ciudad, justo en el límite norte de la misma. Aquí hemos parado junto a un parque de bomberos para hacer un tardío desayuno exprés, dentro de lo que cabe, pues este es un gran momento que merece ser disfrutado con toda la calma y tranquilidad que merece. Nos gusta saborear, sin prisas. Al cabo del rato, así pues, ya con más glucosa en sangre y una grata sensación de energía, damos las primeras pedaladas de esta primera etapa del periplo. Son pasadas las dos de la tarde. Pedimos que la aventura nos sea propicia y ponemos rumbo dirección norte, abandonando Burgos por la carretera nacional que lleva a Santander, la cual dejamos a los pocos kilómetros tras pasar por Sotopalacios y bifurcarnos a mano derecha para coger la que será la vía por la que hagamos buena parte del recorrido, la CL-629, que pese a no ser nacional, igualmente resulta una carretera en buenas condiciones en cuanto al estado del firme y el ancho de la calzada.

Esta primera jornada en su mayor parte discurre por terreno llano, aunque siempre picando para arriba. Son frecuentes los repechos, y poco a poco y progresivamente, se van ganando metros conforme se avanza por la meseta en dirección a las montañas. La carretera, qué vamos a decir, siendo de estilo nacional durante la mayor parte del trayecto: eminentemente recta, ancha y de buen piso, como se ha dicho. No resulta demasiado atractiva para recrearse, la verdad, pero es un trámite que hay que saldar para aproximarse a lo bueno, que empezará ya a partir de mañana, con puertos, puertos y más puertos. No obstante, y sin desmerecer a estas regiones de nuestra geografía, todo hay que decirlo, estos sobrios y poco accidentados paisajes no dejan de tener su encanto. Y al respecto, recalcar que los ojos con los que se miran las cosas es lo que hace de las cosas lo que son. El significado y el sentido dependen del observador: aquel o aquella que mire con intención de encontrar la belleza, la encontrará.

A medida que pasan los kilómetros, las panorámicas van ofreciendo más gancho, rompen su tónica horizontal para volverse más quebradas y estimulantes. Conforme nos acercamos al puerto de la Mazorra, a la derecha pueden divisarse las bonitas formaciones rocosas de las sierras de Oña y de la Tesla. Tras coronar dicho paso a 1000 metros de altura, el cual por la cara por la que lo hacemos apenas significa un tendido repecho, la cosa adquiere otro cariz. Casi de súbito se entra en un microcosmos respecto a lo que venía siendo la tónica predominante del día. Llevamos ya cerca de tres horas desde que partimos, y experimentamos un punto de inflexión en lo que a impresiones visuales se refiere. El paisaje se vuelve más vivo e interesante, más escarpado. La bajada del puerto es de cierta entidad, presenta algunas curvas de herradura y conduce en unos cuatro o cinco kilómetros al fondo de un valle horadado por el río Ebro, el cual cruzamos por un puente que nos introduce de lleno en el desfiladero de los Hocinos, una vez dejada atrás la localidad de Valdenoceda. Se acomete entonces un tramo de notable atractivo, discurriendo la carretera, que se ha hecho ya más estrecha y recóndita, encajonada entre la roca que se abre abruptamente en vertical a uno y otro lado del cauce del curso fluvial, paralelo al cual discurre el asfalto. Así se llega, en pocos kilómetros, a la localidad que da nombre al cañón, el cual deja en nuestro paladar una primera sensación de suculenta exquisitez en el recién inaugurado viaje. Con esta píldora que se nos brinda a modo de aperitivo y que nos da la bienvenida a las Merindades burgalesas se nos ha abierto el apetito, empezamos a palpar el sabor de lo que nos espera, esperemos…

Transcantabrica-2020-Dia-1-Burgos

Tras pasar Hocina llegamos enseguida a Incinillas, muy cerca de la capital de la comarca, Villarcayo, una de las localidades donde barajábamos fijar el final de esta primera etapa y hacer noche. Otra opción, Espinosa de los Monteros, se nos antoja demasiado lejana para que nos dé tiempo a buscar alojamiento, hacer la compra y demás sin mucho estrés. Justo a mano derecha se abre una estrecha carreterilla ascendente con una pinta estupenda. Queda todavía bastante tiempo de luz, y nos apetece seguir pedaleando y sudar un poco cuesta arriba, no dando término tan pronto a nuestro caminar por hoy. Consultamos el mapa y vemos que es compatible el aventurarnos por tal ramal con el hecho de terminar nuestro día no muy alejados de lo que habíamos trazado en un principio, sin suponer un menoscabo en la dirección que llevamos, de cara a mañana continuar la ruta. Decidimos pues, tomar dicha bifurcación y jugar un poco con lo que nos encontremos, para llegar hasta Medina de Pomar, donde buscaremos techo. Iniciado el tramo recién improvisado comprobamos que se trata de una de esas típicas carreteras comarcales sin arcén ni tráfico, y cuyo ancho no da para mucho más de dos vehículos. Un postre exquisito éste para poner sello a la etapa, que con tal apéndice como guinda nos permite disfrutar de un cierto recogimiento, de ese silencio y esa calma tan buscada por el viajero que anhela la comunión con el entorno mientras pedalea, en este caso, también en silencio, lejos del mundanal ruido. Por unos instantes, gozamos del deleite de sentirnos aparte, lejos, aunque paradójicamente cerca. Apenas han bastado unos metros. Muchas veces un solo cambio de carretera entraña toda una ruptura de nivel en la experiencia, y la entrada casi en otra dimensión, nos atreveríamos a decir…Lo lejano y extraordinario está a un paso, lo grande está en lo pequeño, muchas veces el Dorado está tan cerca…

En unos cuatro kilómetros se llega a Bisjueces, tras coronar el repecho que partía de la carretera general abandonada hace un rato, y pedaleamos rodando en llano por un terreno que ofrece amplias panorámicas de la región circundante, divisándose a lo lejos Medina de Pomar, y al fondo, los primeros montes de la cordillera a la que nos encaminamos. Ya están aquí, o más bien ya estamos aquí. Mañana nos adentraremos en sus laderas y comenzaremos a surcar sus pendientes. Tomamos un cruce a la derecha que nos lleva en dirección a la cara norte de la sierra que dejamos atrás con el fin de hacer los últimos kilómetros antes de poner broche al día, y al llegar a la pequeña localidad de Barruelo comprobamos como finaliza el asfalto, tal cual nos indicaba el mapa. Tras no encontrar ninguna pista en buen estado por la que continuar un poco monte arriba, damos media vuelta y ahora ya sí, enfilamos rumbo a Medina, adonde llegamos con la caída de la tarde en unos siete u ocho kilómetros, favorables, de llano y moderado descenso. Arribamos a esta población, la más norteña de la península ibérica de las que conserva en su nombre señas de identidad árabe, y de remotos e inciertos orígenes, por su periferia sur, donde encontramos a la derecha el monasterio de Santa Clara, que alberga a una comunidad de monjas de la orden fundada en 1212 de por aquélla, joven muchacha procedente de la nobleza de Asís y convertida a una vida de ascetismo y contemplación, y por su mentor, el propio San Francisco, del que era una devota seguidora, y el cual le introdujo en la vida religiosa dándole dirección ante su solicitud, fidelidad y vocación de pobreza espiritual. Adentrámonos en el casco urbano y llegamos a su centro histórico, donde se encuentra su espléndido alcázar, que fue en su día palacio y castillo defensivo, denominado de los condestables de Castilla, por ser mandado edificar, allá por el final del siglo XIV, por uno de los que fuera detentador de tal título y cargo, el cual otorgaba el puesto superior en la jerarquía militar, por debajo del rey. Tras pararnos un poco y preguntar por sitios de pernocta a un grupo de jóvenes oriundos del lugar, pedaleamos a continuación por la bella calle mayor, de notable reclamo arquitectónico, y donde destaca el señero arco medieval llamado “de la cadena”, el cual constituía la entrada y daba acceso al recinto de la ciudadela por aquellos tiempos en los que ésta se hallaba fortificada, aquí en lo alto del cerro sobre el que se levanta esta barriada, la más antigua de la localidad. No lo hemos mencionado, pero hemos de citar como curiosidad y dato de interés que el nombre de la población comparte un doble origen, árabe y latino: Medina procede del árabe, es debido a la presencia de mozárabes en los tiempos de sus remotos orígenes y significa “ciudad”. Pomar procede del latín y hace alusión a “lugar de manzanas”, que es lo que significa. Así pues, nos hallamos en la ciudad de las manzanas…Abandonamos la parte más vetusta de la urbe, dando por finalizado nuestro itinerario cultural por sus adentros, y llegamos a la periferia norte de la misma, donde encontramos ya una ordenación urbana más moderna, en la que encontramos la pensión en la que haremos noche, regentada por una amable y cordial familia de origen rumano. Por último, y antes de meternos en la habitación definitivamente, hacemos las pertinentes compras para cena y desayuno en los comercios y supermercados de la zona. Damos así por concluida la primera jornada de nuestra ruta en bicicleta. Mañana será otro día.

Ruta de la etapa

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